A simple vista, un menú o una receta pueden parecer poquita cosa, porque son cortas y no tienen desgloses, croquis, ni cosas demasiado raras. Sin embargo, contrariamente a lo que pueda parecer, las traducciones gastronómicas, entre las que se incluyen la preparación y la descripción de unos posibles apetitosos platos requieren de un gran conocimiento del factor cultural propio del país y, si no son tratadas por un profesional, suelen tener como resultado una mezcla indigesta. Nuestro propósito de hoy es desvelarte algunas de las dificultades de la traducción gastronómica.
Los nombres propios, los chivatos de la traducción gastronómica
Es habitual que los nombres propios les den guerra a los traductores. En el caso de la traducción gastronómica, es importantísimo tratarlos de forma correcta, porque los errores son poco sutiles y bastante fáciles de detectar. Muchas veces, los nombres propios se dejan igual que en el original, pero otras veces han de traducirse porque sino el lector no va a entender de lo que se está hablando. Ya hablamos de ello de forma general en esta entrada, pero en el caso de la traducción gastronómica, ¿qué pasos seguimos?
Los nombres de los platos
Si te pregunto si sabes en qué país vivo dándote como pista que me estoy tomando una sopa, ¿acertarías? Vale, lo intentamos de nuevo. ¿Y si te digo que me estoy bebiendo un gazpachito? ¡Ahora seguro que sí! Hay casos en los que los platos son tan típicos de un lugar que no cuentan con un equivalente exacto en la cultura de llegada, como es el caso del gazpacho. Por eso, siempre es mejor dejar el original y añadir una descripción del plato (sopa fría de tomate, por ejemplo). Lo mismo pasa con la traducción de las torrijas o del rabo de toro, ¡cuidado con la delicada traducción de este último!
Pero aún podemos ir un poco más allá. Hablemos del delicioso mel i mató –postre tradicional de Cataluña y muy fácil de traducir- no será escogido por ningún cliente si en la traducción al inglés encuentra un honey and killed. ¿Qué es esto, una dulce venganza? No hay que caer en las traducciones literales, pues no van a ayudar nada al hambriento turista.
Algo extraño sucederá también con los macarons franceses, si confiamos la traducción de nuestros postres al primo que en los noventa se sacó el First Certificate y no siguió aprendiendo. Seguramente encontraremos un plato de pasta entre el surtido de helados y el tiramisú. Raro, ¿verdad? Tampoco endulzará nadie el café con pets de monja si no vienen acompañados de una buena explicación, la traducción literal dista mucho de ser un manjar de dioses. A menudo debemos felicitar a Google traductor por sorprendernos con clásicos como he came in bottle (por vino en botella) y sepia to the iron (una mezcla de ahí lo dejo por no buscar + me ha salido esto en el traductor). ¿Te parece increíble? ¡Pues hay muchísimos ejemplos así campando a sus anchas! Haz clic aquí para profundizar en el tema.
Los ingredientes
Hoy en día, podemos encontrar casi cualquier ingrediente en cualquier supermercado, pero aún hay componentes que solo se conocen en una cultura en concreto. Es el caso de las borrajas, las ñoras o ras el hanut. En estos casos, la mejor opción sería dejar el nombre en el idioma original.
Por otra parte, hay que tener cuidado con los nombres de algunos ingredientes como las fresas, con significados muy diferentes para un español y un argentino. Si no nos ceñimos a estas reglas básicas, más de un comensal se horrorizará al pensar que encontrará sunflower pipes en su ensalada, ¡con lo ricas que son las pipas de girasol!
La presentación de los platos
Ya hemos dicho que gazpacho es mejor dejarlo en castellano con una descripción, pero ¿y si además debemos traducir gazpacho andaluz con sus cucharitas? En este caso, tendremos que ser más precisos para que el hambriento turista entienda que aquellas cucharitas vendrán llenas de trocitos de pimiento, pepino y picatostes, pues quizás en su país no es costumbre servir los acompañamientos así.
La forma en la que la comida viene servida también debe especificarse de manera clara, como sería el caso de las tapas o los pinchos, tan arraigados a nuestra cultura y desconocidos fuera de nuestras fronteras.
La preparación de la comida
Pero la traducción gastronómica no consiste solo en los menús de los chiringuitos de playa. Las recetas también entran en esta categoría y, por supuesto, también tienen su aquel. Si no se hace una buena traducción, la receta más típica y sencilla de Karlos Arguiñano puede quedar como un amasijo incomprensible para una persona que no conozca nuestra cultura y nuestro idioma.
Las unidades de medida
Para empezar, hay que tener cuidado con las unidades en las que se expresan las cantidades. Si las instrucciones son calentar el horno a 350º, ¿vamos a hornear un bizcocho o a calcinarlo? En el caso de que en el original no expliquen bien la medida, hay que darle una vuelta para ver a qué se refiere. En este caso, claramente, son 350 grados Fahrenheit, que equivalen a nuestros 180º Celsius. Ahora sí que nos va a quedar el bizcocho bien esponjoso.
De la misma manera, hay que andarse con ojo cuando se habla de cucharadas, cucharaditas, tazas, etc. En una receta inglesa, una medida puede ser la típica taza de té, pero en los hogares españoles quizá no tengamos un recipiente que se ajuste a esas dimensiones.
Los verbos y sus matices
Los verbos también tienen su truco. En inglés se utilizan muchísimos verbos diferentes que parecen significar lo mismo, pero no. Por ejemplo, bread (además de pan, claro) significa tanto empanar como rebozar. Entonces, ¿necesitamos huevos o mejor lo dejamos? A la inversa, está claro que cut significa cortar. Pero claro, chunk significa cortar a trozos grandes e irregulares, chop es cortar a trozos regulares de tamaño medio o pequeño, mince es cortar a trozos pequeños, dice es cortar a cuadraditos y slice es cortar a rebanadas. ¡Menudo lío!
El particular estilo y las restricciones de espacio
Finalmente, también hay que tener en cuenta el estilo de redacción. Generalmente, utilizaremos verbos en infinitivo o imperativo y frases cortas que faciliten la legibilidad de la receta. Sin embargo, en las traducciones a veces se introducen incisos para aclarar conceptos que pueden acabar generando oraciones extensísimas. Lo mismo ocurre en los menús: es importante que quede claro lo que se va a comer, pero el espacio en el que escribir es reducido. Al fin y al cabo, a nadie le gusta leer un menú kilométrico, y menos con un estómago vacío.
Como puedes ver, son muchas las variables que barajan los traductores profesionales cuando traducen este tipo de textos. Aunque en un restaurante, preparados para comer, no le damos muchas vueltas a cómo se ha traducido el menú, ¿a que ya no parece pan comido?
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